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Aunque el Puente Carlos atrae a más de 4 millones de visitantes al año, pocos saben que el río Moldava está cruzado por otros 17 puentes, cada uno con historias únicas y vistas sin aglomeraciones. Según encuestas turísticas recientes, el 78% de los visitantes de Praga sufren la frustración de caminar entre multitudes y perderse experiencias auténticas. Los locales conocen el secreto: explorar más allá revela maravillas arquitectónicas sin empujones ni peleas por espacio. Desde obras maestras del art nouveau hasta hazañas de la ingeniería medieval, estos cruces menos conocidos ofrecen momentos de tranquilidad para apreciar el verdadero encanto de Praga. Esta guía te ayuda a descubrir alternativas según tus intereses, ya sea buscar entornos románticos, profundidad histórica o simplemente un paseo tranquilo con vistas despejadas.

El Puente Mánes: el secreto mejor guardado para fotógrafos
Río abajo del Puente Carlos, el Puente Mánes ofrece vistas despejadas del Castillo de Praga sin las multitudes. Su diseño de principios del siglo XX incluye farolas elegantes que enmarcan fotos perfectas al atardecer, y sus amplias aceras permiten colocar un trípode sin obstruir el paso. Los fotógrafos locales prefieren la esquina sureste durante la hora dorada, cuando la luz ilumina tanto el castillo como la Catedral de San Vito. Su perfil bajo también permite capturar reflejos en el río que la mayoría de turistas pasan por alto. Para una perspectiva única, baja las escaleras a la Isla Střelecký y fotografía a través de los arcos – una técnica usada en el cine checo durante décadas.
Vive el Puente de las Legiones como en los años 20
El Puente de las Legiones te transporta a la era de la Primera República Checa con sus vías de tranvía ornamentadas y arcos de piedra abovedados. Los locales adoran este cruce de 189 metros por su diseño de dos niveles: la parte superior bulle con tranvías y energía urbana, mientras que los caminos inferiores junto al río parecen un paseo escondido. Visítalo al mediodía, cuando el sol se filtra a través de sus barandillas Art Nouveau, proyectando sombras intrincadas en el camino. No te pierdas la escalera escondida cerca del Teatro Nacional que lleva a la Isla Střelecký, donde la burguesía praguense asistía a conciertos al aire libre. Hoy aún puedes disfrutar de jazz en verano con el puente como telón de fondo – lejos del entretenimiento turístico masivo.
Los restos del Puente de Judit: magia medieval al alcance
Bajo el Puente Carlos yacen las ruinas auténticas del Puente de Judit, el primer cruce de piedra de Praga del siglo XII. Mientras la mayoría observa el sitio arqueológico desde arriba, los viajeros astutos bajan las escaleras cerca de la Plaza de los Caballeros de la Cruz para caminar junto a los arcos preservados. Estos bloques de arenisca desgastados fueron testigos del esplendor medieval de la ciudad antes de que las inundaciones destruyeran el puente en 1342. Los historiadores locales recomiendan visitar durante la marea baja, cuando más restos son visibles y las piedras húmedas desprenden su aroma mineral antiguo. Es uno de los pocos lugares donde el pasado gótico de Praga se siente tangible – puedes tocar la mampostería que soportó carruajes hace 800 años. Las mañanas ofrecen la mejor luz para admirar la técnica de tallado en diamante única de los constructores bohemios.
El Puente Libeň: una obra de arte industrial con vistas
El Puente Libeň representa lo mejor de la arquitectura funcionalista de Praga, una maravilla de 780 metros que se curva sobre la parte más ancha del Moldava. Lo que le falta en decoración ornamental, lo compensa con vistas panorámicas de los distritos norte – incluyendo la icónica Torre de Televisión de Žižkov. Su diseño en voladizo permite caminar directamente sobre la superficie brillante del río, especialmente dramático durante el deshielo primaveral. Los locales prefieren la acera oeste para sus atardeceres sobre el Parque Stromovka. Fíjate en sus detalles art deco: barandillas geométricas, pilones de hormigón estriados y placas originales del fabricante. Está a 25 minutos del Casco Antiguo, pero vale por los cafés de barrio auténticos que raramente aparecen en guías turísticas.